domingo, 17 de octubre de 2010

Domando Palabras

Llegaban a sus manos todas alborotadas, entusiasmadas, amontonadas, exitadas por el hecho de llegar a ser protagonistas de sus frases. Él con la paciencia de un gentleman, las tomaba una a una, las acariciaba, las calmaba y si era necesario las consolaba luego de haberlas dejado en un segundo plano. Si había que tacharlas o borrarlas lo hacía con determinación porque sabía que si se dejaba liar por ellas serían capaces de tomar el control de la redacción confinándolo al anonimato y eso era el acabóse de cualquier autor. Una vez terminado el ritual él carraspeaba, respiraba hondo para disponerse a leerlas y así permitir que ellas sintieran por un segundo el lujo de ser palabra en su boca.